Destellos de Genio

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Destellos de Genio

Una película basada en la vida real de Robert Kearns

El regulador de los limpiaparabrisas intermitente se comenzó a hacer notorio en los autos de la década de los 70, este maravilloso dispositivo contribuyó a la reducción de accidentes automovilísticos ya que el mismo permitía una mejor visibilidad cuando llovía, un invento sencillo pero revolucionario para la época. Robert Kearns fue su inventor.

Robert era un hombre lleno de ilusiones, deseaba tener su propia empresa, manufacturar los dispositivos para los limpiaparabrisas y de esta manera ofrecerle un mejor futuro a sus hijos. Hizo gestiones varias para abrir su fábrica y vender los dispositivos a Ford Company, pero sus planes tomaron otro curso. Lo engañaron y se apropiaron indebidamente de su invento. Atravesó momentos de frustración y desilusión al ver como sus ideales se desvanecían ante sus ojos.

Luego de este incidente, cayó en una profunda depresión al punto de estar internado en un hospital psiquiátrico. Superó la crisis con la ayuda de un médico psiquiatra y luego de múltiples terapias salió del hospital recuperado.

En sus conversaciones con el psiquiatra, estas fueron sus recomendaciones, las cuales a los ojos de cualquiera serían palabras sabias y acertadas para su situación:

Es hora de dejar pasar… de continuar y mover tu vida hacia otros horizontes…

Acepta lo que sucedió, sigue adelante y atiende a tu familia

Lejos de amilanarse por las frustraciones, al salir de su crisis y volver a casa, decidió continuar con su proyecto, consiguió un abogado que decidió ayudarlo en el caso. Ford le ofreció 250.000$ de indemnización por la reciente demanda que Kearns había ejecutado. El no aceptó esta suma porque la Empresa no estaba dispuesta a admitir que el regulador para la velocidad de los limpiaparabrisas había sido inventado por él. En la conversación con el abogado, Robert le comentó lo que se convertiría en la razón de su vida:

“Siempre sentí que tenía una misión importante en mi vida, por muchos anos pensé que podría haber sido el convertirme en Ingeniero o Inventor, pero descubrí que esas no eran”…

Su misión se convirtió en hacer justicia para él y para muchos inventores a quienes les han arrebatado sus inventos y para defender los derechos de las nuevas generaciones.

Su esposa y su familia pensaron que estaba loco al no aceptar el “arreglo” que Ford le estaba ofreciendo. Esto para él era un insulto, era aceptar y callar lo que estaba sucediendo con él y muchos otros.

Desde la mirada de sus allegados era una locura continuar con la demanda a Ford, él sabía que el camino no sería fácil pero era lo que su corazón le dictaba.

Las decisiones que tomes, que sean desde la paz y la felicidad que las mismas te proporcionen.

No hay certeza de nada, la mente piensa que está guiando pero es realmente la consciencia interior la que tiene la última palabra cuando nos permitimos escucharla.

El precio que tuvo que pagar a nivel familiar y laboral fue alto. Trabajó incesantemente por años en el caso. Cuando finalmente pudo ir a juicio, decidió representarse a sí mismo ante la falta de recursos para continuar pagando a un abogado. Con ayuda de sus hijos se preparó para el juicio y su interacción con el juez y la audiencia fueron increíbles.

Su defensa aludía: “Tomar ventaja del trabajo de otro hombre no es correcto, un inventor es un contribuyente a la sociedad y sus derechos deben ser respetados”.

Después de mucho desgaste y años de litigio, ganó el juicio y Ford lo indemnizó con una cifra multi- millonaria.

Su guía interior le mostró el camino, tomó la decisión de seguirlo y no permitió que nadie opacara su sueño de demostrar al mundo su invento, y lo que algunas compañías y personas de poder han hecho con los inventos de personas que no tienen como defenderse.

Este artículo lo dedico a la memoria de mi abuelo materno Claudio Ferradas, quien en los años 70 se asoció con un grupo de personas para desarrollar un dispositivo que permitía ahorrar gasolina y disminuir las emisiones de gas tóxico al medio ambiente.

Lamentablemente el invento llegó a manos indebidas, compañías brasileras y americanas lo copiaron y mi abuelo y sus socios nunca llegaron a ver los frutos de su trabajo. Sólo quedaron las patentes vencidas, mucha documentación y varias denuncias. Al igual que muchos, no tenían los medios para proceder con una demanda internacional. Hoy en día es posible que el invento esté instalado en miles de autos alrededor del mundo.

Hay cientos de contribuyentes silenciosos que nadie conoce, quienes murieron sin ser defendidos y sin poder contar al mundo la maravillosa contribución que hicieron a la sociedad.

Hacer lo correcto, es seguir lo que tu corazón dicta, aunque parezca una locura ante los ojos de los demás.

En fin la vida es el camino y también un destino incierto.

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